Las tarjetas perforadas
Antes de la introducción de los sistemas de tratamiento automáticos de información, la realización de un censo en un país como Estados Unidos podía demorarse hasta más una década.
A principios de la década de 1880, Herman Hollerith, un joven empleado de la Oficina del Censo de EEUU, concibió la idea de crear unas tarjetas de cartulina con perforaciones estandarizadas, cada una de las cuales representaba rasgos individuales específicos de cada individuo, como género, nacionalidad y ocupación.
Si la tarjeta presentaba una perforación eso significaba "SI", si no presentaba perforación, eso era un "NO".
Estas perforaciones eran fácilmente leídas por una máquina electromecánica, permitiendo el paso, o no, de corriente, en función de si existia una perforación o no.
Hollerith patentó el sistema de tarjetas en 1889. Y el gobierno norte-americano escogió la máquina tabuladora de Hollerith para elaborar el censo de 1890. Se tardaron solo 3 años en perforar unas 56 millones de tarjetas.
Este sistema permitía a posteriori realizar de forma sencilla cálculos como determinar el número de mujeres y de hombres, o el volumen de las diferentes franjas de edad.
El sistema también se usaría para calcular las estadísticas sanitarias del ejército o para elaborar el censo agrícola.
Posteriormente, Hollerith decidió orientar la máquina tabuladora hacia un sector más comercial y mercantil, a causa del enorme éxito que había supuesto en el campo del censo.
En 1896, Hollerith fundó la empresa Tabulating Machine Company, con la finalidad de explotar comercialmente su invento, qué gracias a las patentes poseía el monopolio del sector del procesamiento automático de la información.
Posteriormente se fusionaria con Dayton Scale Company, International Time Recording Company y Bundy Manufacturing Company, para crear la Computing Tabulating Recording Company (CTR), que en febrero de 1924 cambiaria su nombre al de International Business Machines Corporation (IBM), el primer presidente de la cual fue Thomas John Watson, que curiosamente no estaba muy convencido del futuro que podían tener estas máquinas, pero que pese a su origen humilde, lo convertirían en uno de los hombres más ricos de su tiempo.